MASCULINIDAD HEGEMÓNICA

Por Luis Ángel Avalos

 

De lo Uno a la diversidad

A mediados del siglo XX, la medicina comienza a usar el término “género” (hasta entonces reservado a la gramática o a los productos textiles) para establecer una diferencia con “sexo”. John Money en 1955 habla de “gender role” (papel de género), y más tarde (1968) Robert Stoller, en su trabajo con niñxs intersex, hará la diferencia entre “sexo” como dato perteneciente al campo de la biología, y “género” como construcción social.

El feminismo toma este concepto y desde entonces, los llamados “estudios de género” nos proveen poderosas herramientas teóricas para pensar e intervenir sobre los mecanismos de la opresión patriarcal: estereotipos de género, socialización en género, sistema sexo-género, etc.

El género, de forma descriptiva, puede ser definido como “la red de creencias, rasgos de personalidad, actitudes, valores, conductas y actividades que diferencian a hombres y mujeres” (Burin & Meler, 2000). Esas diferencias involucran una relación jerárquica y una visión binaria, hay el Uno y el otro, y en esta división subyace la desigualdad en tanto ambos términos del binomio no son equivalentes. El Uno es lo correcto, lo virtuoso, la deseable, el otro (la otra) es lo defectuoso, lo desviado, lo que debe ser tutelado, etc.

Es en el marco de estas conceptualizaciones respecto de la desigualdad genérica y su origen, donde comienza la producción teórica sobre la masculinidad. Diferentes aportes, desde diversos campos teóricos y teniendo en cuenta la perspectiva de género, coinciden en que al hablar de masculinidad hablamos de una construcción social, que en su interior funciona conforme un orden jerárquico y que no existe un único modelo sino que es posible hablar de “masculinidades” en plural. Sin embargo, en esa multiplicidad de masculinidades, existen diferencias marcadas, y no todas ellas ocupan el mismo lugar social.

 

Masculinidad hegemónica:

El concepto “masculinidad hegemónica” fue utilizado por primera vez en tres investigaciones que se usaron para el artículo “Towards a New Sociology of Masculinity” de Carrigan, Connell & Lee (1985). Este concepto resulta particularmente útil porque nos permite visualizar que existen diferentes masculinidades y que al mismo tiempo están organizadas jerárquicamente, es decir que algunas masculinidades están en posición dominante y otras subordinadas. 

La conceptualización de  “masculinidad hegemónica” da cuenta de la trama de poder que se esconde en esa construcción social llamada masculinidad y que intenta invisibilizar el sistema de opresión (inter e intra género) en el que se asienta. Interesante es señalar que en el orden intra-género, la masculinidad hegemónica negocia permanentemente con las masculinidades subordinadas, se apropia de elementos que provienen de aquellas, se erige como ideal a alcanzar, y establece complicidades, en una compleja trama que en términos de Segato configura la “corporación masculina”. 

La socióloga australiana Raewyn Connell tomará la conceptualización gramsciana de “hegemonía cultural” y pensará fundamentalmente en la dimensión del poder detrás de las naturalizaciones de la masculinidad. Es decir que está pensando la superioridad masculina no sólo como producto del uso de la fuerza sino del consenso, una sutil pero eficaz estrategia de dominación.

Para esta autora, la masculinidad hegemónica no es un conjunto de atributos ni una tipología, sino un conjunto de prácticas que se inscriben en un ideal cultural. Algo nunca acabado sino en constante proceso. El concepto de masculinidad hegemónica de Connell nos brinda una herramienta para pensar las masculinidades desde una perspectiva dinámica, relacional y no esencialista. Siempre asociada a contradicciones internas y rupturas históricas. Dicho de otro modo, la masculinidad es una posición (en el orden genérico), un conjunto de prácticas y los efectos de esas prácticas en lo corporal, personalidad y cultura.

Entonces, siguiendo a Connell, “La masculinidad hegemónica se puede definir como la configuración de la práctica de género que encarna la respuesta corrientemente aceptada al problema de la legitimidad del patriarcado, lo que garantiza la posición dominante de los hombres y la subordinación de las mujeres ” (Connell, RW, 2005).

El concepto de masculinidad hegemónica en Connell guarda relación con las conceptualizaciones de Bourdieu acerca de la violencia simbólica y la dominación masculina. Y fundamentalmente, intenta ser esa configuración que le da carnadura a la pregunta acerca de por qué los varones están en posición dominante, sosteniendo (o intentando sostener) de esa manera, el armado patriarcal e intentando ocultar el sometimiento que ejercen los varones (hegemónicos) sobre las otras identidades feminizadas, subordinadas, e invisibilizadas.

Masculinidad hegemónica y contexto Latinoamericano:

En las últimas dos décadas, en diferentes países de Latinoamérica han surgido investigaciones acerca de las características específicas de las masculinidades en la región. Mara Viveros, José Olavarría, Teresa Valdés, entre otrxs continúan estudiando el tema y si bien sus trabajos están en permanente revisión existiría consenso respecto de que al hablar de masculinidad hegemónica en la región, resulta insoslayable pensar en el contexto colonial-capitalista-neoliberal. Jefas de hogar, varones desocupados, creciente explotación y precarización laboral, son algunos de los fenómenos sociales que interpelan la masculinidad hegemónica en la región. Desde esa perspectiva, resulta pertinente atender a las tensiones sociales que los estudios e investigaciones sobre las masculinidades aportan a nivel político, y en esa tensión vemos el backlash de sectores conservadores intentando recuperar una mirada esencialista e idealizada de la virilidad, descalificando lo que llaman “ideología de género”, e intentando que no se discutan los privilegios de la masculinidad hegemónica. Estas tensiones, dan cuenta de un modelo que se resquebraja, de una crisis de la masculinidad hegemónica que abre interesantes alternativas para su abordaje y posible deconstrucción.