Texto elaborado en conjunto por Integrantes de Red de Psicologxs Feministas Argentina, Red de Psicologxs Feministas Chile y participartes extenernas

Escriben:  Carolina Dome – Isabella Ruiz Parisi- Bernasconi, Mariana – Tortosa, Paula.

A partir del 2020 podemos hablar de la crisis de todas las crisis. La “crisis perfecta”; en tanto atraviesa todas las dimensiones sociales a nivel mundial. La misma acontece en un contexto global de crisis del sistema capitalista, de los medios de producción y reproducción social, así como de sus construcciones de sentido y soportes imaginarios. Al respecto, alrededor del 2015 se ha observado la creciente masividad del movimiento de mujeres y colectivos LGBTTIQ+ en buena parte del mundo y especialmente en Sudamérica: en Argentina desde el 2013 el grito #NiUnaMenos hasta la lucha por la Ley IVE en 2020. Asimismo durante 2019 se evidenciaron distintos movimientos cuestionando el sistema de opresión, como la revuelta chilena de alcance nacional y la revuelta ecuatoriana, entre otras. 

En ese marco, la pandemia se superpone a otros procesos históricos de desigualación de las mujeres y colectivos LGBTTIQ+. Las condiciones de desigualdad en el capitalismo responden a procesos históricos, la creación de un sistema económico que a su vez necesitó crear la figura de la ama de casa, una mujer sola en su entorno doméstico. Al respecto, la articulación entre capitalismo y patriarcado configura modos de producción y de subjetividad desde una perspectiva socio histórica, relegando a las mujeres al ámbito privado e invisibilizando a otras identidades sexo-genérico-afectivas.

Este orden social se inscribe en las instituciones (como la familia, el trabajo, la escuela) y en los cuerpos, creando ideologías, mandatos, la construcción de una moral sexual, campañas e imaginarios sociales, que actúan moldeando expectativas de realización personal y deseos. Lo que supone un disciplinamiento y control de los mismos. 

Las medidas de aislamiento físico reforzaron el encierro histórico de las mujeres y disidencias, una cuestión muy trabajada por los feminismos y los estudios de género. Asimismo, en este contexto aumentan las situaciones de violencia basadas en el género con su expresión más crítica en los femicidios y transfemicidios, generando un escenario riesgoso. En Chile “La pandemia ha generado un aumento de consultas por violencia intra familiar llegando a un 166%” (Discusión Boletín  Nº9715-07 Senado de Chile). En el mismo sentido, en la Argentina durante la pandemia, se registraron 168 femicidios en los primeros siete meses del año, un 15 por ciento más que en 2019 (Telam, 2020). Frente a este contexto se vuelve crucial cuestionar las particularidades de este momento histórico y visibilizar fenómenos sociohistóricos y cultural que nos atraviesan y determinan, sin naturalizarlos. 

Situando las particularidades del momento histórico: El trabajo de las mujeres

El trabajo, tal como se lo conoció en la modernidad, ligado al empleo proletarizado, ya había estado mutando. Las lógicas bajo las cuales se desarrolla se caracterizan por la precarización, flexibilización, tercerización, dislocación y un nuevo fenómeno que podemos englobar bajo el término “uberización”, que da cuenta de formas de trabajo precario en las que el trabajador/a debe “autogestionar” su propia mano de obra, fenómeno muy extendido particularmente en la población inmigrante y racializada. 

En otro orden ideas, la división sexual del trabajo hace que el 75% de las personas que trabajan en la primera línea de asistencia sanitaria sean mujeres, según la cifra de las Naciones Unidas. La primera línea de respuesta frente a la epidemia de coronavirus siguen siendo las mujeres, tanto las profesionales de la medicina como las limpiadoras de los hospitales, las trabajadoras de la educación y de la alimentación. 

Dichos procesos se dan en un contexto de fragilización del trabajo, con impacto diferencial para las mujeres. Según el documento de CLACSO (2020) 126 millones de mujeres en américa latina trabajan en la economía informal. Esto se vio imposibilitado u obstaculizado por la pandemia y las políticas locales parecen insuficientes para hacer frente a la situación de la falta de ingreso. No obstante se destaca que en muchos territorios han sido las mujeres quienes se han organizado en ollas populares y otro tipo de actividades de apoyo comunitario y sostén. 

En ese marco, se agrega que las mujeres ganan en promedio un 25% menos que los varones, lo que atenta contra su autonomía. Según un reciente informe del INDEC por cada 100 pesos que gana en promedio un varón, una mujer gana 89 (INDEC, 2021). A su vez, según datos de la UNESCO (2020) el 70% del trabajo doméstico no remunerado, es realizado por mujeres en toda la región.

Las mujeres en la pandemia ¿el daño colateral?: el ámbito doméstico como catalizador de desigualdades

Las razones para reconocer los impactos diferenciados de la pandemia están a la vista, fueron reconocidos incluso por documentos de trabajo como el elaborado por la comisión interamericana de la OEA (2020) Sin embargo, ¿ha tenido un correlato en las políticas públicas? Las mujeres están sintiendo con particular fuerza el impacto de la pandemia. Están perdiendo más empleos y al mismo tiempo están asumiendo más tareas no remuneradas en el hogar ante la transformación de la habitual red de apoyo para el cuidado de los hijes y adultos mayores. Este deterioro en la calidad de vida de las mujeres ya es una realidad, y el temor es que este escenario se profundice. Todo un cuadro que amenaza con esfumar los avances de inserción laboral de las mujeres de la última década. 

En 37 países se suspendieron las clases a nivel nacional y el retorno gradual a clases presenciales implica nuevas sobrecargas. Se suma a un contexto de trabajo remoto muchas veces sin las condiciones materiales para poder llevarlo a cabo. Estas dinámicas han convertido al hogar en el centro de la rutina. El cierre de colegios y la posterior reducción de jornada, lleva a un cuidado obligatorio de les hijes que se extiende a jornada completa, lo que nuevamente ha repercutido en que las mujeres, quedando encerradas entre maternidad, cuidado doméstico y teletrabajo. En Chile, la Encuesta Casen Mujer (2017) dio a conocer que 2.6 millones de mujeres compatibilizan el trabajo con su rol de madres. Así mismo, el 87% de las empresas implementó el teletrabajo desde la casa, para hombres y mujeres, según una encuesta realizada por el sitio Trabajando.com. Entonces el trabajo en el mundo público se superpone con las tareas de crianza, cuidado, limpieza y alimentación, que refuerzan en la estructura de la desigualdad.

Lo enunciante de las crisis, es que viene a poner de manifiesto las diversas problemáticas sociales, que se ven con mayor evidencia y a ratos con abrumante exposición de las realidades sociales. En esta línea, es como se ha visto la discriminación que genera la pobreza en el acceso a la salud, y como efectivamente mueren más pobres por covid. Este es un punto base del contexto actual que debe ser tenido en cuenta a la hora de formarnos una perspectiva de los escenarios laborales actuales. 

Sobre las mujeres recae el cuidado de la salud en tiempos de cuarentena:

En Chile, Fundación SOL (2020) en su estudio “no es amor, es trabajo no pagado” concluyó que, en una semana las mujeres gastan en promedio 41,5 horas de trabajo no remunerado y los hombres solo 19,17 horas.

La pandemia puso en evidencia que cuando las mujeres dejan de lado las labores domésticas estas no son realizadas por otros integrantes de las familias. Por ejemplo, cuando las trabajadoras de la salud debieron ser aisladas por contactos estrechos, nadie suplió su rol en sus casas. En ese sentido, cabe destacar que si el trabajo de cuidados fuera remunerado, representaría el 9% del PIB mundial, lo que equivale a 9 billones de dólares, en cifras de la OIT. 

A esto se suma la carga mental que asumen las mujeres respecto al cuidado. Una encuesta realizada por el Estudio Tiara (CEDES) -hecha de manera online, auto administrada y anónima- entre el 30 de marzo y el 12 de abril dio cuenta que las mujeres están más preocupadas que los varones por todo lo que sucede a raíz de la pandemia del coronavirus: desde la enfermedad o la soledad de un familiar, la falta de remedios, quedarse sin dinero para la comida o el desabastecimiento de alimentos. Este combo de mayores responsabilidades trae aparejado un costo físico y psíquico: según la encuesta, contestada por 24.595 mujeres, éstas manifestaron dormir “peor o mucho peor” que los varones (52% vs. 36%). Los síntomas de depresión, cansancio, nerviosismo, irritabilidad y ansiedad fueron también tres veces mayores para las mujeres en comparación con los varones.  Cabe preguntarse qué perpetúa esta diferencia. 

Ver la patriarcalidad de las instituciones

Es fundamental que la entrada de las mujeres a la fuerza laboral no reproduzca las lógicas patriarcales de lo que significa el trabajo, evitar caer en prácticas colonialistas, racistas y en la reproducción de la desvalorización de las labores de cuidado y de los vínculos.

“El aumento total de la carga de trabajo de las mujeres como consecuencia de la crisis sistémica y la acentuación de sus responsabilidades en el ámbito privado y en el público, responde a una estrategia donde el objetivo final es que los hogares absorban las crisis del capital y garanticen su reproducción. Por tanto, la acumulación por desposesión, como modelo actualizado del cercamiento de los comunes, necesita como soporte principal la explotación de las mujeres en diversas dimensiones y a los hogares sosteniendo la crisis contemporánea. 

Propuestas: Valorización de los cuidados. ¿cómo se los valora?

Ética del cuidado, contra su mero discurso y negación, resistencia y denuncia de la falta de recursos, necesitamos la visibilización de las tareas de cuidado como esenciales para la subsistencia y reproducción social. Junto a esto es crucial tomar en consideración no solo la feminización de las tareas de cuidado sino también de la racialización de muchas de estas tareas que tienen que se desarrollan en el ámbito doméstico. Valorar implica remunerar (directa o indirectamente) y reconocer derechos básicos. 

A su vez, es indispensable la participación igualitaria de las mujeres en la toma de decisiones para ofrecer respuestas a la crisis efectivas y apropiadas. Las decisiones que no incluyen a las mujeres son parciales, menos efectivas e incluso pueden ser dañinas. La participación igualitaria de las mujeres en los mecanismos de respuesta y recuperación de la crisis del COVID-19 es importante en sí misma por razones de igualdad, justicia y democracia. Las mujeres representan la mitad de la población en todos los países de la región, aportan perspectivas distintas y asumen liderazgos en las respuestas comunitarias.  Elo evidencian que no se puede atender esta crisis sin la participación efectiva de las mujeres que permita la visibilización e incorporación de estas realidades diferenciadas en el diseño y acciones de la política pública. 

La actual crisis está golpeando al conjunto de las mujeres, aislando e invisibilizando disidencias, por eso necesitamos forjar esas alianzas poderosas entre las mujeres y les trabajadores. En esta línea es que pensamos que entre mujeres debemos hacer del contacto, algo que se desmarque de la lógica capitalista corporativa y de las pautas e instrucciones para hacer vínculos, que se convierten en un mandato rígido que, aún con intentos de empoderamiento, recoge algo o hace eco de “la dominación simbólica que ejerce Estados Unidos sobre cualquier tipo de producción científica y, sobre todo, semicientífica” (Bourdieu y Wacquant, 2005). 

Desafíos y respuestas

  1. ¿Cómo despatriarcar el cuidado?

En primera instancia, se hace indispensable un objetivo mínimo que es que el cuidado de les hijes sea equitativo entre sus cuidadores. Los hombres no hacen bien en ayudar, existe un trabajo, que debe ser realizado equitativamente, ambas partes por igual, ni más ni menos. En esto, la educación de género viene a ser fundamental. Por otro lado, cuando nos referimos a despatriarcar el cuidado de les hijes se hace necesario pensar a los niñes fuera del núcleo familiar y pensarlos como partes de un núcleo social, donde el cuidado de ellos debe estar a cargo de las redes próximas y lejanas y del Estado. 

¿Cuál es el rol que debe cumplir el Estado para despatriarcar el cuidado? 

En este sentido, se hace indispensable pensar las políticas públicas con perspectiva de género. Ahora bien, en el caso concreto, el post-natal en Chile para el hombre es de una semana y para la mujer de 3 meses, luego de esto existe un post-natal parental de 2 meses y medio que es para la mujer pero puede ser delegado al hombre si esta vuelve a trabajar. En Argentina, las licencias pos parto son de tres meses para las mujeres y recientemente se acaba de extender a 15 días las licencias por paternidad. En otro orden, las licencias, dispensas y trabajo remoto por menores a cargo, escasamente garantizadas, fueron mayormente otorgadas a las mujeres madres. La insistencia de políticas que naturalizan que el cuidado nos corresponde, es parte de un clásico terreno de acción y crítica feminista, hoy resignificado por la pandemia. 

  1. ¿Cómo despatriarcar las actividades domésticas? 

Como mujeres es crucial que trabajemos por no romantizar las labores de cuidado, sacarlo del lugar del amor y comprenderlo como un trabajo que debe ser distribuido entre los miembros del hogar. ¿Cómo podemos avanzar concretamente en esa dirección? Marcela Lagarde propone en “Claves Feministas para la negociación del amor” que es muy importante como mujer no asumir que estamos en condiciones de igualdad con los hombres, y buscar acortar esa brecha.

Las nuevas dinámicas y rutinas que estamos viviendo, tanto en la vida cotidiana como a gran escala, representan una oportunidad para desafiar las costumbres arraigadas, cambiar paradigmas y comenzar a hacer las cosas de forma diferente, tanto al interior de nuestros hogares como en las políticas públicas. Uno de los mayores legados que nos podría dejar esta pandemia sería una mayor inversión en los servicios sociales y de protección a los más vulnerables, en tanto demandas concretas que los movimientos feministas están impulsando en distintas partes del globo. 

 Bibliografía

  • Bourdieu, P., & Wacquant, L. (2005). Sobre las astucias de la razón imperialista. Loïc Wacquant, El misterio del ministerio. Pierre Bourdieu y la política democrática, Barcelona, Gedisa, 209-230.
  • CLACSO  (2020). Pensar la Pandemia. La pandemia evidencia y potencia la crisis de los cuidados. 
  • Ficha de Networking
  • Lagarde, M (2001): Claves Feministas para la negociación del amor. Ed. Puntos de Encuentro. Managua. 
  • Power point con punteos del curso Género y Subjetividad. Facultad de Psicología. Universidad de Buenos Aires.
  • SEGATO, R. (2010). Las estructuras elementales de la violencia. Ensayos sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos. Prometeo editorial. Buenos Aires.

Fuentes:

-CEDES (2020). Estudio Tiara. Primer avance de resultados. Disponible en https://repositorio.cedes.org/bitstream/123456789/4534/6/Tiara-avance2020.pdf

-FUNDACIÓN SOL (2020). “No es amor, es trabajo no pagado. Un análisis del trabajo no pagado de las mujeres en el Chile actual”. 

-Telam, 25/08/2020 VIOLENCIA DE GÉNERO: https://www.telam.com.ar/notas/202008/506436-se-registraron-168-casos-de-femicidios-entre-enero-y-julio-de-2020-en-el-pais-un-15-por-ciento-mas-que-en-2019.html

-Ministerio de desarrollo social y familia (2017) Encuesta Casen Mujer. Gobierno de Chile. Dispinible en en: http://www.desarrollosocialyfamilia.gob.cl/noticias/casen-2017-una-de-cada-cinco-mujeres-seencuentran-fuera-del-mercado-laboral-por-razones-de-cuidado-

-OEA, CIM. COVID-19 en la vida de las mujeres. http://www.oas.org/es/cim/docs/ArgumentarioCOVID19-ES.pdf.