Durante estos últimos meses en la provincia de Neuquén se ha producido un fenómeno que desafía al adormecimiento de las prácticas de organización social y colectiva, que se contrajo como un efecto más de la crisis pandémica, debido a las dificultades para recuperar de alguna forma el espacio público. Les trabajadores de salud quienes constituyen la primera línea de batalla contra el COVID19, desde sus inicios hasta la actualidad, es decir, más de un año de trabajo insoslayable, se pusieron de pie al ver sus derechos atropellados por parte de un gobierno necio, explotador y perverso.
Luego de ser testigues de una repulsiva complicidad entre las autoridades del ejecutivo y los dirigentes sindicales, quienes desde el comienzo de esta crisis al parecer también entraron en cuarentena, debido a que su repertorio implicó hacer un “como si” ante las demandas de les trabajadores. Motorizados por la sensación de injusticia y arrasamiento moral, les trabajadores de salud comenzaron a organizarse y fueron construyendo un colectivo imponente, les autoconvocades de salud.
Las propuestas salariales generadas por parte del gobierno fueron vergonzosas en cada instancia de negociación. Porcentajes de incremento salarial deplorables y cuotificados, bonificaciones no remunerativas, fueron parte de los ofrecimientos, los cuales no resisten ni someramente los alcances de la inflación en nuestro país. El “conflicto de salud”, como se le llamó mediáticamente, no fue comunicado responsablemente, como suele ocurrir en una cultura de masas manipulada por sectores de poder capitalistas y patriarcales. La lucha de les trabajadores se vio silenciada por parte de los medios locales, o bien, reducida a meros cortes en las rutas a lo largo de la comarca petrolera y sus “posibles efectos en la economía provincial”, desdibujando así, las reivindicaciones proclamadas por les trabajadores, a quienes, por un lado, se les ha exigido a tope durante una crisis sanitaria sin precedentes y, por el otro, se les limita la posibilidad de un salario digno, además de la infraestructura, los insumos y las condiciones de contratación necesarias, en medio de una segunda ola pandémica.
La comunidad neuquina brindó inmediatamente su apoyo al vívido reclamo, comprendiendo que la lucha por la salud pública es también una lucha a favor del pueblo, y que el personal de salud no está compuesto por héroes, sino por trabajadores dedicades y comprometides, que requieren y merecen el reconocimiento del Estado.
En el sistema capitalista cisheteropatriarcal en el cual nos encontramos pareciera surgir constantemente la dicotomía entre economía y salud o, también podríamos decir, entre mercado y vida, es decir una pugna mordaz entre una lógica de acumulación de capital y la sostenibilidad de la vida. Por otro lado, el avasallamiento sobre los derechos de este sector de la población no es nada nuevo, ocurre hace mucho tiempo, y es posible evidenciar la presencia de inmensas desigualdades.
La crisis sanitaria vino a acentuar muchas de las desigualdades fundadas en las relaciones de poder, que el feminismo viene remarcando y luchando por su visibilización hace mucho tiempo. A partir de la pandemia quedó en evidencia la vulnerabilidad de las personas y la necesidad de una interdependencia con otras para poder subsistir. La relevancia de los cuidados se pone de manifiesto, surgiendo nuevas presiones sobre las personas que ocupan lugares de cuidado, como lo son les trabajadores de salud. Una de las dimensiones de estas desigualdades dentro del trabajo en salud es la feminización de las profesiones que allí se desempeñan, y otra dimensión preocupante y persistente es la precarización de las condiciones laborales en las que se encuentran históricamente. En este escenario, en el cual emerge con renovada presión la cuestión de los cuidados, tanto en los hogares, como en la salud pública, quienes se ocupan de esas tareas -actividades que se vuelven indispensables para el sostenimiento del sistema económico, tal como lo conocemos-, insistimos, son identidades feminizadas en su gran mayoría. Nuevamente las feminidades puestas en un lugar de desventaja y precarización, marcado por las brechas de género en las trayectorias educativas y laborales. La pregunta que no deja de resonar es ¿quién cuida a les que cuidan?
Habiendo transcurrido el día internacional de la salud hace poco más de un mes, y acercándose el día internacional de acción global por la salud de las feminidades, se vuelve imprescindible poder analizar en clave de género las problemáticas y conflictos que insisten en nuestra salud pública. Es necesario un real compromiso del rol del Estado en torno a una economía de los cuidados, mediante políticas públicas amplias, teniendo como premisa a las consignas ya señaladas por los feminismos, las cuales apuntan a la construcción de una organización social de los cuidados más equitativa, igualitaria y por lo tanto más saludable.
El fenómeno social ocasionado por les trabajadores de la salud de la provincia de Neuquén demuestra la potencia de las feminidades en lucha por sus derechos salariales, por el reconocimiento de sus tareas, por el cese de la precarización y la eliminación de la discriminación por género en el ámbito laboral. Deja en claro que la resistencia social viene tomando nuevas formas para volcarse al trabajo colectivo, estrategia ésta que ha resultado elemental para los feminismos a lo largo de la historia. “Le gigante se encuentra de pie”, vitorean les trabajadores de salud de Neuquén, para revigorizar esta lucha que en sí misma es un faro para seguir impulsando prácticas de organización y solidaridad social.